Ultimando detalles {Lyra}

Los planes de infiltración en la base Exos ya estaban hechos y parecía ser que no sospechaban nada, pero aún así no podía darme el lujo de permitir algún fallo. Solíamos reunirnos en la taberna Mort ya que el dueño era un conocido mío y no permitiría que nadie se enterara que yo estaba ahí. Claro que la confianza no era ciega, él sabía de lo que era capaz si llegaba a traicionarnos o a cometer alguna tontería. Sabía que podía haber algún espía dentro de los Asis, así que no era demasiado recomendable platicar ahí, cualquiera podría salir con el chisme y eso no nos beneficiaría en nada.

Ese día llevaba una gabardina y un sombrero para evitar ser reconocido, si es que alguien sabía sobre mí. Conforme me adentraba más a Licath comencé a subir el cuello de la gabardina para que me cubriera el rostro en lo máximo posible. Intenté no verme demasiado sospechoso y caminar normalmente, sin hacer nada extraño y que pudiese llamar la atención. Era de noche así que no había demasiada gente a esas horas; aun cuando ese pueblo era demasiado pacífico la gente tenía un horario bien establecido y preferían entrar temprano a las casas para convivir en familia un rato.

La gente que no sabía sobre la realidad del mundo exterior y pensaban que sólo existía Bvlgaria lo tenían demasiado fácil. A veces pensaba que si a mí también me hubiesen borrado la memoria seguro sería mucho más sencillo todo. Hubiera sido preferible que Giselle fuera la líder y yo sólo un jugador más, perdido en un mundo fantástico del cual al final no quieres zafarte. Una vida sencilla, sin preocupaciones y siendo solamente feliz era algo que anhelaba en verdad. Lástima que eso jamás pudiera ser y mi sentido de poca lealtad sólo fuese anulado por Alexander, mi padre, a quien le debía mi vida.

Llegué a la taberna después de la caminata y el dueño me miró; sus ojos cambiaron de desconcierto a un tanto de sorpresa. Al parecer no me esperaba ahí; ya no le avisaba cuándo iría y cuándo no, ya no lo veía necesario. Me ayudó a quitarme la gabardina y la colgó en un aparatejo junto a la puerta, me ofreció una bebida y yo acepté. Me alejé por los pasillos hasta llegar a la habitación más alejada de todas, el hombre sabía que tenía que llevarme la bebida a la habitación ya que no me agradaba que sus clientes me vieran. Es mejor prevenir que lamentar.

Entré a la habitación y la miré por unos segundos, repasando si había algo extraño y al darme cuenta que todo estaba normal me acerqué a la cama y me senté. Saqué un cigarrillo de mis vaqueros y lo encendí. El efecto del humo en mi metabolismo hizo efecto de inmediato. Me sentí más calmado y menos impaciente. Quería terminar con esa reunión lo más pronto posible, necesitaba arreglar más cosas y no podía entretenerme con algo que ya estaba casi terminado. Tenía planeado esperar a Alethia, repasar las cosas que debía hacer y despedirme por un buen rato de ella, sería la última vez que la vería. Era riesgoso verla después, alguien podría darse cuenta y eso no podía suceder. Dí otra calada a mi cigarro y expulsé el humo; me levanté y me coloqué junto a la ventana para sacar el humo por esta, pero sin asomarme por si algún mirón pasaba. Ahora sólo faltaba la chica y todo estaría completo.

Seguía pegado a la ventana dejando que el humo saliera por ella para así evitar que la habitación se impregnase del olor. Sabía que aunque hiciera eso el humor estaría ahí, pero nada perdía con intentar. Mis ojos se posaron sobre el tabaco que reposaba en mis dedos que estaban un tanto manchados de amarillo debido a las sustancias de los cigarrillos. Incluso en el juego no podía dejar de depender de una sustancia de este tipo. Me sentía bastante patético, aun cuando tenía razón para la cual odiar ese tipo de vicios no podía hacerlo. Tal vez era precisamente por eso que no me agradaba encariñarme demasiado... si no tienes cuidado termina siendo peor que una droga.

Escuché cómo la puerta de la habitación se abrió y me giré un tanto para mirar a la chica entrar por la puerta. Sonreí levemente y dí la última calada al pitillo para luego apagarlo en el marco de la ventana y aventarlo hacia la oscuridad de la noche. Le miré sin penas cuando se quitó el abrigo; iba demasiado formal para una pequeña reunión. Bueno, al final eso era decisión de cada quien. Yo iba informal y ella no era así... o al menos eso creía, en realidad no la conocía demasiado, sólo lo suficiente como para saber que sería una buena espía. Me encogí de hombros ante su comentario y me recargué en la ventana.

– No todos los hábitos son buenos – dije y alcé un tanto mi rostro al escuchar que tocaban la puerta.

El dueño entró con dos tazas y una cafetera. Nos sirvió los primeros vasos y luego se retiró, sin antes dejar un pequeño plato con crema y azúcar tanto dietética como normal. Incluso en el interior de Bvlgaria habían cosas light... no podía creerlo. En fin, a mí me agradaba sin azúcar. Me acerqué a la mesa y me senté en una silla, miré a Lyra y alcé levemente una ceja.

– ¿Te vas a sentar? – pregunté.

Tomé mi taza y soplé un poco en el interior para intentar enfriarlo de algún modo, cosa que seguramente no lograría. Sorbí un poco e hice una mueca, estaba demasiado caliente. Volví a dejar la taza en su plato y miré a Lyra de nuevo. Me preguntaba si se encontraría bien; sabía que era un tanto nerviosa y esperaba no tuviera problemas allá ella sola.

– No te han seguido, ¿cierto? – le pregunté achicando un poco los ojos y luego me recliné en el respaldo de la silla –. ¿Alguna duda sobre el plan hasta ahora? –

Ciertamente la forma en la que tuviésemos que comunicarnos sería un problema. Había estado pensando en una forma, pero todavía no quedaban bien concretados los cabos. Tenía que hablar con Dante sobre ello y ya decidir si él podría ser a quien Lyra le transmitiera la información; después de todo él era el dueño de ese tipo de lugares. Tamborileé un poco la madera de la mesa y me perdí un tanto en mis pensamientos, con los ojos fijos en Lyra, pero sin mirarla ya que estaba concentrado. Últimamente no tenía tiempo para estar a solas, habían muchas cosas por arreglar y hacer... extrañaba mi libertad, pero le debía demasiado a Alexander, mi padre. Salí de mi ensimismamiento y enfoqué mi vista en la chica frente a mí.

– Eso lo tengo que platicar con Dante, pero lo más seguro es que tengas que ver las cosas con él ya que será menos sospechoso si se encuentran ustedes dos – fruncí el ceño un tanto extrañado ante su comentario –. Cualquier duda es importante, así que dímela sin temor –

Removí un tanto mi café y volví a dar un sorbo. Ya estaba menos caliente y así no era tan desagradable la sensación al tomarlo. Exhalé un poco y alcé mi vista al escuchar las campanas de la iglesia Yujk. Al parecer empezaba alguna misa de esa hora. Me levanté de mi asiento y cerré las ventanas y corrí las cortinas para evitar que alguna cosa fuese vista. No me importaba que pensaran que había una pareja haciendo sus cosas dentro, es más prefería que pensaran eso a que sospecharan otra cosa que pudiese acercarse a la realidad.

Me giré sobre mis talones y tomé mi taza de café para luego sentarme en la cama y dar un sorbo. Posé mis ojos en el líquido café e hice una leve mueca. Podía ver mi reflejo temblar por mi pulso al sostener la taza. Me veía un poco cansado incluso aunque la imagen no fuese tan clara. Necesitaba un poco de tiempo para mí mismo sino me volvería loco. Pasé la mano desocupada por mis cabellos y rasqué un tanto la nuca, luego volví a mirar a Lyra.

– ¿Y bien? – pregunté con un tanto de impaciencia.

Me limité a mirarle cuando preguntó aquella cosa. No planeaba mantener aquella cosa en secreto, pero no por eso tenía que contarle sobre mis cosas. No estaba seguro si sabía que no me gustaba hablar sobre mis cosas, pero ahora lo entendería ya que no tenía planeado decirle nada. Ciertamente Roderick había sido mi único buen amigo en toda la vida ya que anteriormente solía evitar a todos a toda costa; él fue el único que me mostró que valía la pena, pero al final eso no importó. Tanto él como yo le debíamos más a nuestros padres de lo que pudiésemos evitar. Era como una historia romántica, sólo que sin amor alguno.

– Eso no es algo importante – respondí simplemente y volví a dar un sorbo a mi café –. ¿Algo más? – miré mi reloj con un tanto de impaciencia.

En mi rostro se dibujó lo harto que me estaba poniendo con esa situación. Estaba empezando a considerar el quedarme en la taberna a dormir un rato, mi cabeza comenzaba a dolerme. Masajeé mis sienes para intentar apagar el dolor y luego volví a sacar un cigarrillo del interior de uno de mis bolsillos. Lo prendí sin preguntar si le molestaba porque en realidad no me importaba. Sólo quería que terminara lo más pronto posible y largarme de ahí.

– Igual si llegas a necesitar algo puedes decirle Dante – comenté.

Suspiré cansado y terminé el interior de mi café. Me levanté y coloqué la taza vacía sobre la mesa. Me dí la vuelta para recargarme apenas sobre la misma y colocar mis manos en la orilla. Tomé el cigarro entre mis dedos y lo miré unos segundos, luego dirigí mi vista hacia la rubia, extendí el pitillo hacia ella, ofreciéndole en silencio. No me agradaba hablar de más y seguro que con la acción entendería bien lo que pretendía.

Alcé levemente la ceja al notar lo rojo de sus ojos y su nariz, pero no iba a preguntarle porqué había llorado. No era de mi incumbencia así que me dediqué simplemente a mirarla y a escuchar sus reclamos. Diablos... en ese momento no quería problemas, ¿qué podía hacer para calmarla aunque fuese un poco? A veces me costaba trabajo no ser tan obvio en cuanto a mostrar mis pensamientos con acciones y gestos.

– No puedo enviar a alguien más experimentado y que tenga más tiempo conmigo, Roderick los conoce – me acerqué a ella hasta quedar a escasos milímetros de ella –. Lyra, ¿de verdad piensas que no me importa lo que te pase? – pregunté y reí un tanto –, no digas tonterías, no te mandaría si no supiera que todo saldrá bien – le aseguré.

Me tomé la libertad de colocar un mechón de su pelo por detrás de su oreja y luego colocar esa mano en su hombro. Dejé la mano pasear por su brazo hasta tomar el cigarro de su mano, todo sin despegar mis ojos de sus orbes azules. Sonreí con un tanto de malicia y me alejé dos pasos para colocar el cigarro en mis labios y dejarlo ahí, entrecerrando un ojo debido al humo que amenazaba con entrar en él.

– Si quisiera deshacerme de ti – un pequeño acento se hizo presente en mi voz debido al cigarro entre mis labios, así que lo tomé nuevamente entre mis dedos – te sacaría del grupo sin más... deberías saber ya que no me ando con rodeos – el humo escapaba de mis labios a medida que las palabras lo hacían –. Y no creas que me harto de ti, creo que te lo he demostrado bastante bien – una sonrisa efímera volvió a aparecer en mi rostro –, es sólo que estoy bastante cansado. No he tenido tiempo para mí últimamente – dí otra calada a mi cigarillo para acallar mis palabras.

Y ahí estaba yo contando cosas de mi vida, que aunque no fueran importantes eran mías. Lo que se debía hacer para tranquilizar a alguien y evitar que se cree falsas ideas. Volví a masajearme las sienes aplicando un poco de fuerza. El dolor en lugar de remitir aumentaba y eso era malo, en verdad tenía que descansar.

Seguí escuchando sus quejas sin responder. Me estaba cansando de verdad, no tenía el tiempo ni la energía para lidiar con ella y con todos los que tenía que ver de regreso en la base. Habían veces que sólo quería tirar la toalla y dejar de cometer esta estupidez. Se supone que uno entra a un juego para divertirse y pasarla bien, pero esto me estaba hartando en demasía, me sentía incluso más presionado que en la vida real. Suspiré y me levanté de mi lugar, dispuesto a salir de ahí y dejarla enojada. Después podría ocuparme de ella, pero habló y me giré levemente para mirarla. Me acerqué al sillón con el cigarro casi terminado entre mis dedos y me senté. Me recargué en el respaldo y dí la última calada al cigarrillo antes de apagarlo en el recarga brazos; el mismo ya tenía demasiadas marcas que indicaban que ya había estado antes ahí.

No dije nada y mejor esperé a que Lyra hiciera lo que tuviera que hacer. Esperaba que no volviera a enojarse porque si lo hacía me iría, de verdad. Cerré los ojos con la cabeza recargada y me relajé lo mejor que pude, aunque me fue difícil debido a que mis músculos estaban demasiado tensos. A veces me sentía peor que cuando me encontraba en el orfanato, tener tantas responsabilidades no era mi estilo y esto estaba acabando conmigo poco a poco. Sólo esperaba que Alexander supiera lo que estaba haciendo sino todo lo que he hecho será en vano. Me molestaba pensar en la manera en la que tenía que repagar todo lo que había hecho él por mí, pero no existía otra forma de hacerlo.

– Si no quieres hacer el trabajo, Lyra, entonces no lo hagas, si piensas que es porque quiero deshacerme de ti – comenté con los ojos cerrados –. Esto no es a fuerza, yo te pregunté si deseabas hacerlo y aceptaste. Si en verdad dudas del plan puedo sacarte de él – dije de manera seca.

No planeaba ser grosero, mi forma de hablar era así y no podía cambiarla. Tampoco quería que ella se sintiera incómoda con todo. Aún así esperaba que entendiera todo y nos apoyara en todo, aunque al parecer yo no era la mejor persona para persuadirla. Tal vez sería mejor enviar a alguien más a auxiliarle en la misión. Suspiré de manera pesada; era mejor no pensar en nada por ese momento. El día siguiente lo arreglaría todo con más calma y menos basura en el cerebro.

Esa podría haber sido una noche como cualquier otra mientras una diminuta luna danzaba, radiante, en un cielo teñido de oscuridad. No había ni una sola estrella, mal presagio para una persona algo supersticiosa, probablemente. Se centró en ver dónde pisaba, ya que no le hacía demasiada ilusión acabar tropezando con alguna losa mal colocada en el suelo de ese territorio. Vestido con una de tantas americanas, camisa blanca, corbata azul y tejanos ceñidos acompañados de caros zapatos italianos, cruzó de modo distraído la totalidad de Licath hasta detenerse a las puertas de la taberna. Suspiró y se relamió los labios antes de mirar a lado y lado de la calle y golpear tres veces la puerta con los nudillos. No hubo respuesta alguna, o eso parecía.

Eso habría pensado cualquier mentecato que hubiera intentado ingresar en la misma. Al rato el encargado le abrió la puerta y, al reconocerlo, se limitó a asentir con la cabeza y cerrar la puerta para ofrecerse a cogerle la americana. Dante negó con cierto desdén, desechando la idea de dar una valiosa prenda a un emplead cualquiera. Entrecerró los ojos, afilando la mirada, y dejó que le guiara hasta la habitación indicada. Le indicó con un movimiento de mentón que podía retirarse, por lo que quedó solo ante esa gran puerta de madera pulida y barnizada. Carraspeó, arreglándose el nudo de la corbata y apoyó una de sus firmes manos en el pomo antes de abrir e irrumpir en la habitación, sin precisar de presentación o invitación alguna. La voz de Lyra llegó a sus oídos.

Prácticamente había entrado de espaldas, para poder cerrar la puerta con la misma rapidez emprada para abrirla. Al voltearse, ya habiendo sellado la única vía de escape, enarcó una ceja contemplando la escena. Efectivamente, sus tensos labios varoniles se estiraron de modo burlón y perverso hasta formar lo que, sorprendentemente, resultaba ser una sonrisa casi perfecta. Enfocó con diversión sus ojos azules en las manos de Lyra, masajeando las sienes del ya no tan pequeño Ilya. Trató de aguantar una carcajada, pero acabó riendo por lo bajo mientras enfundaba la mano derecha en el bolsillo y con la izquierda jugueteaba con la corbata. - Reconozco estar sorprendido. ¿Interrumpo, tórtolos? - Comentó con su suave voz de barítono, de lo más masculina y penetrante. Negó con la cabeza y se acercó con pisadas elegantes y seguras, hasta detenerse enfrente de ambos.

Tuvo que apegar su robusto mentón a la nuez para contemplarlos desde arriba. Dios lo bendijo con una sobrevalorada altura, presagio de su lugar en el mundo. Arriba del todo. Parpadeó un par de veces, observando al hijo de Alexander. - ¿Quiere que le traiga algo, alteza? ¿Una infusión para relajarse, tal vez? - Volvió a defenderse con su humor barato, bastante inglés para su nacionalidad americana. Turno de Lyra. La contempló con esa sonrisa que prometía el cielo y se agachó para depositar un fugaz beso en el lateral de su frente, un poco por encima de la oreja. - Me alegro de verte, princesa. - Sentenció para volver a mirar a Light, a esperas de que le informara de su papel.

El masaje me estaba sentando de maravilla, aún tenía las preocupaciones, pero me estaba relajando bastante. Molestaba un poco, pero ese era el objetivo. Sólo la escuché hablar, pero no respondí nada de lo que decía, al parecer ya se había calmado, lo que era un alivio. Comenzaba a quedarme dormido, pero el sonido de una voz conocida me hizo salir de mi adormecimiento y abrir los ojos. Dante. Parpadeé un par de veces, extrañado, ¿qué hacía ahí? Ah... le había dicho que me vería con Lyra en ese lugar y que tenía que hablar también con él; seguramente pensó que quería hablar en ese preciso momento. Diablos, ¿es que acaso no podían dejarme descansar ni un día. Me limité a carraspear un tanto cuando me llamó alteza, me molestaba.

Me levanté del sillón y moví un poco la cabeza para destensar el cuello y me coloqué frente a Dante. Era más alto que yo, ciertamente, pero no lo suficiente como para que me mirara como si fuera algo inferior, como había hecho antes. Me molestaba que se comportaran de esa manera, suficiente había tenido en los primeros años de mi vida y ahora estaba luchando por cambiar eso.

– Como sabes Lyra se infiltrará en la base Exos – empecé mientras daba unos pasos hacia la taza vacía para llenarla de nuevo con café casi frío –. Hemos acordado que trabaje en el club de striptease como bailarina. Me parece mucho más sencillo que ella te comunique todo a ti en lugar de a mí de manera directa, contigo no habrán sospechas – comenté y dí un largo trago a mi café. Una mueca de asco se hizo presente en mi rostro; sabía asqueroso.

No quería dar demasiadas vueltas al asunto porque no tenía caso y esperaba que Dante cooperara, no tenía ganas de discutir también con él. No estaba hecho para este tipo de cosas; nunca había sido líder de nada y ahora... bah... ¿qué más daba? Terminando me retiraría o incluso fingiría mi muerte, seguro terminaría loco de remate con todo lo que los empleados me hacían pasar. Sí que era difícil dirigir a una horda de gente. Dejé la taza en el pequeño plato diseñado especialmente para encajar con ella y giré para encarar a ambos. Coloqué ambas manos detrás de mi cuerpo en un gesto de elegancia aparente y los miré a ambos, primero a uno y luego al otro.

– No creo que haya que explicar gran cosa sobre esto, ya todo ha quedado claro, que yo sepa y lo último que había que acordar era la forma de transmitir la información sin que fuera evidente el trato entre los Asis y Lyra –

Sin más preámbulos, Light se levantó para caminar hacia el café y servirse otro tazón que, al parecer, no era de la calidad esperada. A medida que las palabras del muchacho abandonaban sus labios para serpentear por el aire hasta oídos del rubio, su despampanante sonrisa se fue desvaneciendo. Terminó por mostrar un gesto serio, solemne y maduro. Concentrado en lo que el otro decía. Asintió alguna que otra vez, dejando que la corbata danzara al son de sus movimientos. - Claro, eso facilitaría las cosas. Aunque discrepo en la decisión de hacerla pasar por bailarina en el club. ¡Oh, vamos! Sé que tiene buen cuerpo, ¿pero no es pedir demasiado a una cría? - Expresó su disconformidad, ocultando a la perfección -y con auténtica maestría- su preocupación por el bienestar de la inocencia personificada, también conocida como Lyra en aquellos tiempos. - ¿No quedaban bacantes como camarera, por ejemplo? - Murmuró lo suficientemente flojito como para que ninguno de los dos lo oyera. Empezó a plancharse la camisa con las manos plantas, tratando de mantener las manos ocupadas. Rodó los ojos y volvió a fijarse en Light, a esperas de más información con la que hacer malabarismos en su cabeza. Necesitaba algo con lo que mantenerse ocupado las noches en las que nadie hacía justicia a su reputación de rompecorazones picaflor.

Las palabras de la rubia que se alzaba a su izquierda lo hicieron pensar, por lo que olvidó todo matiz negociable posible y se centró en lo que verdaderamente importaba. Los Exos y la infiltración de esa pobre infeliz que miraba a Light como si la vida la fuera en ella. Pudo asegurar que sintió una arcada de asco al ver los sentimientos que exhalaba en cada pestañeo su pequeña empleada. Caminó por la estancia con ademanes distraídos hasta apoyar ambas manos planas en una mesa de madera que allí se encontraba. Sus incisivos, blancos como la luna, mordisqueaban su labio inferior, pensativo. Antes de que Light pudiera responder, dejó que su varonil voz segura de sí misma hablara. - Es evidente que ninguna de las dos opciones es viable, a menos que… - Calló, volteándose para darles la cara, ya que instantes antes se había situado de espaldas. Apoyó su firme trasero en la mesa y se frotó el mentón. - A menos que montemos un escándalo público. - Sentenció, esbozando una media sonrisa ladeada que prometía una buena idea de las suyas. Podía ser la peor persona del mundo, pero sabía lo que se hacía. - Tengo un plan. - Concluyó, sonriente.

No pude evitar suspirar de manera cansada cuando Dante se quejó sobre el empleo que Lyra tomaría. Precisamente a eso me refería con no querer lidiar con él también. No le daría explicaciones, ya se había tomado la decisión y no había lugar a otras opiniones, por muy importantes que éstas fueran. Escuché a Lyra y me quedé pensando; ciertamente no había considerado ese punto, me sentí un tanto inútil por no haberlo pensado con anterioridad, pero Dante habló antes. Al parecer tenía una idea y aunque no me agradaba demasiado el hecho de tener que hacer lo que él pensaba no había de otra. No perdía nada con escuchar las opciones que él aportaba. Le miré con una ceja alzada y de manera un poco impaciente.

– Y, ¿cuál es ese brillante plan del que hablas, Dante? – pregunté.

Se estaba haciendo el interesante y no tenía tiempo para aquello. Comenzaba a desesperarme en sobremanera por todo eso y más. Golpeé con un tanto de insistencia el suelo de la habitación con mis zapatos. No era impaciente, pero tampoco era un santo para aguantar todo el tiempo necesario. Era mejor que termináramos con eso de una vez. Sabía que había sido mi culpa por no haber pensado anteriormente en esa posibilidad y tal vez estaba exigiendo demasiado, pero estaba al borde de la locura.

– Hay que tomar en cuenta que Roderick y Tucker no son precisamente unos estúpidos – dije convencido de aquello.

Lo sabía perfectamente bien, eran tan inteligentes como Alexander y como Norwall. Aunque al final era preferente una pequeña sospecha infundada a algo que fuera obvio. Creía saber lo que Dante quería hacer, pero no estaba demasiado seguro, así que era mejor escuchar lo que tenía que decir en lugar de estar divagando sobre posibilidades que podrían estar equivocadas. Me limité a tomar otro cigarrillo de mi bolsillo y encenderlo. El tercero en menos de dos horas, definitivamente iba de mal en peor.

A Light no pareció hacerle excesiva gracia el misticismo que a Dante le dio por darse. Oh, vamos, maldito niño repelente. Lo tenían malacostumbrado a dejarlo ir de víctima por la vida. Rodó los ojos y dejó que sus dedos soltaran su robusto mentón para que la mano izquierda se enfundara en el bolsillo y la derecha se moviera por el aire, gesticulando el plan que tenía en mente. Había logrado dejar la teatralidad a un lado para expresarse cuando Light dejó caer un comentario que encendió la chispa del rencor en Volker. Carraspeó, molesto. - Sé que Roderick y su hermano no son precisamente estúpidos, gracias. - Dijo con acidez en la voz, expresando su disconformidad respecto a ser tratado como un inepto. Sacudió la cabeza, centrándose y aguantando la mirada al pequeño líder. - Efectivamente, estamos pensando en lo mismo, alteza. Es cierto que si Lyra empieza a ser vista con los Exos, la gente la acusará y los rumores acabarían con la misión en un plazo de menos de tres semanas. La gente es muy chismosa, por lo que lo que necesitamos es… dar espectáculo. -

Dante lo sentenció, moviendo la mano derecha, acompañando su explicación. Al ver sus rostros, supo que a esa conclusión ya habían llegado, por lo que tendría que continuar dando detalles de lo que su prodigiosa mente y la voz de la experiencia habían tramado. Suspiró y se acercó a Lyra, acomodada en la cama. Se acuclilló delante de ella, apoyando las manos en sus pálidas rodillas para convertir su severo tono de voz en algo imperceptiblemente más dulce, hasta con cierto retintín. - Lyra, vas a ser una estrella cuando todo esto termine. En la próxima reunión, convocatoria o encuentro con los Asis... Light y tú pelearéis. En público. Su pequeña alteza te expulsará del grupo de un modo bastante dramático y teatral. Apostando a que los Exos tienen infiltrados, la notícia llegará a manos de Roderick en pocos días, por lo que... voilá: los Asis no sacarán el tema, ya que previamente Light habrá aclarado que el que lo comente será considerado traidor, y los Exos se pelearan para tenerte en sus filas. - Concluyó, sereno pero con una media sonrisa sospechosamenre perversa. Dante y sus agresivos modales de triunfador.

Noté la exasperación en el tono de voz de Dante. Me limité a mirarle seriamente, no me interesaba si ya lo sabía o no, era mi deber recordárselo para evitar confusiones y que se olvidara alguna parte importante en todo lo que teníamos que hacer. Escuché su plan y calé de mi cigarro. Era exactamente lo que pensaba que iba a sugerir. El problema residía en que yo no era muy buen actor y esperaba hacer las cosas bien. No creía poder tener tiempo para ensayar, así que debía hacerme a la idea de aquello.

Miré a Dante de manera pensativa, pensando en una alternativa para que me sintiese molesto y de hecho peleara. Que yo recordara nunca lo había hecho realmente, así que no sabía exactamente cómo reaccionar, pero si de verdad me enojara... Agité la cabeza, desechando medianamente la idea de permitir que Dante jugara con mis pensamientos; eso sería una completa locura, tenía que pensar en otra forma de poder hacer y no tener que involucrar a alguien en quien no confiaba en lo más mínimo. Terminé mi cigarro de una vez y lo apagué contra la mesa, dejando una pequeña marca. Pensaría acerca del tema el día siguiente; en ese momento no podía hacerlo correctamente. Desordené mis cabellos y miré a Dante y a Lyra.

– Sí, me parece bien – dije asintiendo –. Es la manera más sencilla de que la gente no sospeche nada sobre el hecho de que Lyra se encuentre en los Exos – dije simplemente.

Tenía todavía la preocupación de mi actuación, pero eso lo vería yo mismo y sin la ayuda de nadie, en especial de Dante. Tal vez lo podría comentar con Lyra, pero sólo con ella y nadie más. Los miré a ambos y luego me volví a recargar en la mesa, pero luego de unos segundos me levanté y me acerqué un poco a la puerta de la habitación. Me movía demasiado, pero es que mis pies me molestaban, de verdad estaba cansado y necesitaba tiempo para relajarme, yo solo.

– No estoy seguro si hace falta algo más... siento que se me escapa algo – comenté con voz cansada y luego suspiré –. Si no hay nada más entonces me voy... ¿alguna duda más? – pregunté.

Dante no era precisamente un ignorante, por lo que ya había previsto que Light compartiría opinión. Cruzaron un par de severas pero afirmativas miradas y luego cada uno siguió por su lado, mientras Lyra seguía en sus trece. La expresión de Dante habló más que una vecina del quinto, por lo que Dante se tomó la libertad de interpretarlo sin recurrir a las palabras. Todo estaba previsto, lo que Ilya no sabía era que hasta qué punto Dante había previsto sus actos futuros. No hay más peligro que un hombre con la capacidad de hacer daño y los recursos para llevar a cabos sus planes; ese era Volker. Torció el gesto en cuando la conversación siguió su curso, cual agua de caudaloso río. Ciertamente su alteza parecía cansada, y sus andares lastimosos pero elegantes hacia la puerta lo sentenciaron. Al escuchar sus palabras, ocultó con facilidad un soplido de fastidio. ¿Se creía un superhéroe de acción, un último mohicano para salvar la humanidad? Negó con la cabeza, ensombreciendo la expresión mientras se regodeaba en sus celos y pensamientos negativos cual cerdo en un charco de lodo y heces. ¿Qué tiene él que no tenga yo? se preguntó.

Sus grandes y fuertes manos seguían delineando las rodillas de Lyra con pasividad, buscando de soslayo que ésta le devolviera una sola de sus miradas. Una vez más, tenía que contentarse con ser la vulgar sombra de un niñato victimista y pasivo. Permaneció acuclillado, sin importarle que las rodillas empezaran a resentirse de la forzada posición. Escuchó en absoluto silencio la intervención de Lyra, ya que ella tenía también voz y voto en el asunto. - Los Exos tienen infiltrados. Dudarlo es de necios… - Respondió sin necesidad de alzar la voz para mostrarse autoritario o imponente. Apartó la mirada de la nada y dio un silencioso repaso a esa alma en pena que yacía frente a la puerta, luego observó a la rubia con mirada impasible, para dar final a la frase que con un murmullo había dejado a medias. - … o de inocentes. - Tras esa conclusión, se erguió para quedar alzado en su aproximado metro noventa. Hundió las manos en los bolsillos y se alejó de ambos para llegar a la mesa donde la taza de café reposaba. La contempló con absoluta serenidad, perdido en sus pensamientos y reflexiones. Alargó un dedo y se dispuso a reseguir el contorno de la taza, pero en último instante se detuvo, afilando la mirada para contemplar a la pareja. - Asuntos más importantes reclaman mi atención. Si me disculpáis. - Comentó con cierto retintín elegante en la voz. Se acercó a la puerta e hizo a un lado a Ilya, sin importarle nada más que abandonar ese antro de pesimismo y pasotismo. Él aspiraba a más. Mucho más. Misión cumplida. Abandonó la estancia.

Tuve que reprimir un bufido de exasperación cuando Lyra siguió con sus dudas. Esperaba que por fin se quedaran callados para poder irme de ahí, pero no, siempre tenían que tener sus paranoias; aunque no era quién para hablar, claro estaba. Dante habló y salió como si fuese un héroe. Lo que había dicho era muy cierto, pero aún así, salir de esa forma... Bah, sólo me hacía molestar más que nada. No entendía cómo es que Alexander hubiese sido capaz de favorecer tanto a una persona así. Le miré desaparecer por la puerta y no pude más que rodar los ojos y luego posarlos sobre Lyra quien seguía en la cama. ¿Sería bueno decirle de una vez que tal vez no podría ser capaz de actuar de manera correcta cuando ocurriera la reunión. Caminé hacia la puerta y la cerré, sin antes mirar hacia fuera y comprobar que nadie estaba cerca; regresé por sobre mis talones y miré a Lyra, me recargué en la pared y suspiré.

– Necesito comentar algo contigo – empecé –, No sé qué tan capaz sea de poder enfadarme al punto de que sea real – comenté –. Te lo digo a ti porque no confío en Dante y no quiero que juegue con mi mente para hacerme enfadar... no me gustará... – en realidad no quería enojarme por nada, hacía tiempo no lo hacía y seguro explotaría –. ¿Alguna sugerencia? –

Me acerqué a la cama y me senté, junto a ella, sin mirarle. Me acosté y coloqué una mano sobre mi frente de manera cansada. Intenté no cerrar los ojos, pero me pesaban. No podía dormirme, tenía que llegar a casa y ahí podría hacerlo con tranquilidad. Si alguien me llegaba a ver por aquí seguramente pensarían cosas que no eran, la gente era tan cotilla que mejor no darles razones por las cuales hablar. Quité la mano de mi frente para mirar la espalda de Lyra y esperando su respuesta y comentario. Yo no tenía ni idea de lo que tenía que hacer ni cómo hacerlo; tal vez con sueño ya podría pensar tranquilamente, pero siempre quedaba la duda y era mejor comentarlo y tener otra opinión a parte de la mía. Me quedé en silencio, sólo podía escucharse alguno que otro grillo proveniente de fuera y nuestras respiraciones, la mía un poco más pesada debido al agotamiento.

Esperé a que me respondiera, pero no hablaba y empezaba a exasperarme. Estuve a punto de levantarme cuando sus labios se apretaron contra los míos y le escuché decir esas palabras, aquella mórbida expresión que hizo que un escalofrío de terror recorriera mi espalda. Inmediatamente tomé sus hombros y la hice a un lado. Me levanté casi como si la cama quemara y le dí la espalda. Pasé una mano por mi rostro, ¿qué podía decirle? Me giré un tanto para mirarla y suspiré; pasé la mano por mis cabellos y rasqué mi nuca. No podía decirle que yo también, no me gustaba mentir y mucho menos en ese tipo de cosas, luego era demasiado problema.

– Lyra, no sé qué te ha picado, pero... – le miré, serio –, yo no lo hago y estoy seguro que lo sabes – miré alrededor, tenía que irme en ese momento, sino las cosas se pondrían muy mal –. ¿Sabes qué? Me largo, no tengo tiempo para esto – caminé hacia la puerta y tomé la perilla.

Dudé por unos segundos, no estaba seguro si estaba bien dejarla así de nuevo. Si se enfadaba otra vez empezaría a hacer su drama y estaba el problema de que empezaría a amenazar con traicionarnos. Lyra el tipo de personas que no podía separar la vida profesional de la privada y la usaba en todo lo que hacía, eso tal vez era lo que más me molestaba y era una pena que no me hubiese dado cuenta antes sino seguro no la hubiese enviado. Giré la perilla y abrí la puerta. En realidad eso no hubiese importado, ¿yo qué iba a saber que ella estaba enamorada de mí? Bueno, digamos que ya me había dado cuenta de algo así, pero creí haber establecido bien las distancias y haber trazado la línea de nuestra relación. Fue un error haberme acostado con ella desde un inicio, pero bueno... lo hecho así se quedaría y no servía de nada indagar sobre ello.

– Cuídate, Lyra – comenté.

Cerré la puerta detrás de mí, esperando que no me siguiera ni nada por el estilo. Me mantuve unos segundos ahí parado, pensando si había sido una buena idea dejarla de esa manera, pero en realidad no sabía muy bien cómo reaccionar ante eso. Amor e Ilya no se llevaban bien, desde nunca fueron palabras compatibles y no cambiaría de un día para otro. Recargué mi frente en la puerta, rogándole a los cielos que no fuera detrás de mí, sino quién sabe qué podría pasar.